8.1.10

Estoy jugando con fuego, con algo que no comprendo,pensó de repente. Y en ese momento se dio cuenta de que estaba asustada. Su corazón empezó a latir violentamente. Era como si aquellos ojos verdes hablaran a alguna parte de ella que estaba enterrada muy por debajo de la superficie y aquella parte le gritara peligro. Algún instinto más antiguo que la civilización le decía que corriera, que huyera.
No se movió. La misma fuerza que la aterraba la mantenía allí. Aquello estaba fuera de control, se dijo de improviso. Lo que sucedía allí, fuera lo que fuera, escapaba a su comprensión, no era nada normal ni cuerdo. Pero ya no se podía parar, e incluso aterrorizada disfrutaba con ello. Era el momento más intenso que había experimentado con un muchacho, pero no estaba sucediendo nada en absoluto; él se limitaba a contemprarla, como hipnotizado, y ella le devolvía la mirada, mientras la energía brillaba entre ellos como un rayo calorífico. Vio que sus ojos se oscurecían, derrotados, y sintió el salvaje salto de su propio corazón cuando él le tendió lentamente una mano.
Y entonces todo se hizo añicos.

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