Últimamente, daría tantas cosas por salirme de mi cuerpo, de mi vida, de todo lo que me rodea, todo lo que rodeo. Sólo por unas horas. Para pensar que va a ser de mí después de un rato, cuando vuelva a mí... y es que todo se volvió tan difícil. Desde el colegio, hasta mi vida . Todo se vuelve tan frustrante cuando lo pienso dos veces.

Dan ganas de irme. De irme de la escuela, de mi casa... de mi vida. Empezar desde cero, ser otra persona. Será que no me dan los ovarios, que tengo miedo. Y me encantaría saber desde cuando las cosas me salen tan mal.

Sobre todo con él. Porque creo que estoy así más que nada por él... por sus cambios repentinos. Sé que tuve la culpa, que lo perdí, aunque todavía no lo acepte.

Por una calentura, por no querer ser paciente hace unos meses, por no esperarlo, lo perdí. A él y a todo lo que lo complementa. Sus sonrisas, sus abrazos, su lado tierno. Y hablo con alguien que parece mi amigo. No ese amor posible que era hace 8 meses.

Aunque diga que estoy bien, no lo estoy. Y quien me conozca puede notarlo. Quizá no cuando estoy en el Mariano Acosta, porque ahí me olvido de todo por cuatro horas de risas, de jodas, de pendejadas, pero si llego a mi casa, todo cambia. Desde mi cara, hasta mis ganas. Y todo lo que olvidé en esas cuatro o cinco horas se me viene encima. Todas las quejas de todo el mundo se me vienen encima. Las de mis abuelos, mis viejos. Y todo se vuelve una carga.

Haría lo que fuera por reparar todo. Todo... todo.